Cuatro personas mueren y decenas resultan heridas en el terrible descarrilamiento de un tren de cercanías en la línea Hudson River de los ferrocarriles Metro-North el 1 de diciembre en el Bronx.

Los neoyorquinos que disfrutaban del último día del fin de semana festivo de Acción de Gracias se despertaron con la noticia de otro descarrilamiento de tren en Metro-North. Hay que tener en cuenta que sólo este año se han producido los siguientes accidentes:

Mayo de 2013: Dos trenes chocan un viernes por la noche en Connecticut en la línea New Haven hiriendo a setenta personas.

Mayo de 2013: Un trabajador de Metro-North muere arrollado por un tren.

Julio de 2013: Un tren de mercancías descarriló en la misma zona del accidente del 1 de diciembre.

¿Cómo han podido ocurrir estos incidentes en los tiempos que corren? ¿Cómo se espera que los miles de pasajeros que viajan en Metro-North cada día desde y hacia Manhattan se sientan y estén seguros cuando se dirigen al trabajo por la mañana?

La investigación de esta tragedia debe realizarse con sumo cuidado y atención a los detalles. Puede que en los próximos días sepamos que fue un error humano del maquinista, que permitió que el tren avanzara a una velocidad insegura, o puede que nos enteremos de que fue un defecto mecánico del sistema de frenado del tren. Sea cual sea la causa, el público tiene derecho a exigir que los responsables de la investigación lleguen al fondo del asunto y garanticen que se toman las medidas necesarias para evitar futuros descarrilamientos. No se puede eludir la responsabilidad de garantizar la seguridad pública.

Sólo podemos esperar que Metro-North coopere plenamente con la investigación dondequiera que conduzca, en lugar de asumir un caparazón defensivo para protegerse contra las demandas que presentarán las víctimas y sus familias. Se trata ante todo de una cuestión de seguridad pública.